Con el fin de la Primera Guerra Mundial, casi todos soñaron en un mundo más justo, democrático y pacífico que, ahora sí, parecía realizable, al alcance de la mano. Pero con el paso de los años, sólo los muy optimistas conservarán este convencimiento: es imposible cerrar los ojos al régimen comunista de Rusia y a los numerosos y violentos intentos revolucionarios de muchos países, al régimen fascista de Italia y a las numerosas dictaduras militares, conservadoras o de todo tipo, de España, Polonia, Rumanía, Portugal... Y desde el estallido de la crisis económica de 1929, ya ni siquiera los optimistas: se establece el régimen nazi en Alemania, estalla la Guerra Civil española... El mundo ya no duda de que la Gran Guerra se va reanudar. La única duda es cuándo.
Pero si en 1914 el responsable último de la guerra fue el nacionalismo dominante y generalizado, ahora la gran amenaza la van a constituir los totalitarismos: diferentes ideologías políticas que creen poseer la solución perfecta para acabar de una vez por todas con las calamidades, injusticias y violencias de todo tipo. Se sienten poseedores de la receta infalible que permitirá crear una nueva Humanidad, gracias al líder único y omnisciente (o los líderes: uno por cada ideología), que les guiará inevitablemente hacia un mundo mejor. Naturalmente, la ideología se convierte rápidamente en creencia (por más que se racionalice), en una auténtica religión política. Ahora bien, el totalitarismo incorpora otras características decisivas: si el propio partido (con su ideología, con su líder) es el bien absoluto, necesita crear un mal absoluto, un enemigo definitivo que concentre todo aquello contra lo que se lucha: será el enemigo de clase, de raza o de nación, responsable consciente o inconsciente de todos los males que sobrevengan. Es preciso denigrarlos, combatirlos, destruirlos; hay que rechazar cualquier compasión: no es posible reformarlos o convertirlos. Resultará útil deshumanizarlos, convertirlos en meros insectos dañinos a erradicar.
Los totalitarismos consideran relevantes desde un punto de vista político todos los aspectos de la vida social: por supuesto las opiniones (se debe creer lo que el partido opina), la economía y la organización de la sociedad (sólo el partido sabe lo que conviene hacer), pero incluso las costumbres, las diversiones y todo uso social (que también deben contribuir a la consecución de los objetivos del partido). Y esta tarea totalizadora, totalitaria, desde el primer momento resultará compleja y exigente. Será preciso movilizar a toda la población, encuadrarla en una diversidad de organizaciones, y mantenerla en tensión permanente en la buena dirección: y para ello resultarán imprescindibles dos armas muy antiguas, pero que las grandes transformaciones modernas han mejorado exponencialmente. En primer lugar una propaganda insistente, machacona y constante basada en mensajes simplificadores que reduzcan todo a una cuestión de buenos/malos, nosotros/ellos. Y de forma complementaria, un sistema de represión que vigile, controle y erradique con dureza cualquier amago, no ya de insurgencia u oposición, sino de simple desconfianza o indiferencia hacia el partido, su líder, sus objetivos.
Para saber más
A continuación tienes dos películas de propaganda, comunista la primera (del ruso Serguéi Eisenstein, La línea general, 1929), nazi la segunda (de la alemana Leni Riefenstahl, El triunfo de la voluntad, 1934). Ambas coinciden en su gran calidad cinematográfica, lo que les proporcionó una gran efectividad en la difusión de sus respectivas ideologías totalitarias.
Lo siguiente son palabras mayores: las obras con las que los dos principales dictadores de la época defienden sus respectivos proyectos y realizaciones. Este es el punto en común con las dos películas anteriores, de las que se diferencian por su nulo valor estético y literario: el estilo es farragoso y repetitivo. En cambio, muestran a las claras su fanatismo y su culto a la violencia.
- Adolf Hitler, Mi lucha (1925)
- Iósif Stalin y otros, Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. (1938)
I think I may say, without fear of contradiction... |
Actividades
- Selecciona algunas escenas de las dos películas y explica su carácter propagandístico. Analiza el mensaje que subyace, y explica cómo la realización cinematográfica contribuye a convencer al espectador (o por lo menos lo intenta).
- La breve historieta que te adjunto fue publicada por Hergé en la revista infantil belga Le Petit Vingtième el 3 de agosto de 1933. En las viñetas 2, 3, 5, 6, 7, 8 y 9 aparecen caricaturizados los gobernantes de otros tantos países (aunque el japonés y el ruso son tipos genéricos). Procura identificarlos (personal e ideológicamente), y puesto que sólo profieren palabras sueltas, intenta discernir el sentido de lo que dicen con ayuda del traductor Google (excepto en el caso japonés, claro; el ruso no es tan complicado). Termina haciendo un comentario global de la historieta: ¿es representativo de su época? ¿por qué?
George Orwell: 1984
Esta novela publicada en 1949 constituye un acabado ejemplo de los totalitarismos llevados al extremo. Es lo que se denomina una distopía: Han triunfado aquellos definitivamente en todo el mundo, y han logrado crear lo que prometían, el paraíso. ¿Seguro? Winston Smith verá lo que puede hacer al respecto...
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